Tito era un pequeño niño,
con una gran curiosidad,
le encantaba conocer el mundo,
y viajar por la diversidad.
Un día decidió emprender un viaje,
por tierras lejanas y exóticas,
junto a sus mejores amigos,
un grupo de amigos muy simpáticos.
Estaba Tito muy emocionado,
por conocer nuevas culturas,
y así aprendía de cada una,
con sus tradiciones y sus figuras.
Primero llegaron a China,
con su gran muralla y su té,
conocieron los dragones y las linternas,
y bailaron al son de una canción de kung fu.
Luego fueron a África,
a conocer la sabana y su fauna,
se encontraron con un león,
que les rugió con mucha saña.
Pero Tito no tuvo miedo,
y le ofreció un plátano,
el león se lo comió contento,
y se convirtieron en hermanos.
Después viajaron a la India,
a ver los elefantes y el Taj Mahal,
se probaron saris y turbantes,
y se sintieron como reyes de verdad.
En Egipto conocieron las pirámides,
y aprendieron a escribir con jeroglíficos,
se subieron a un camello,
y cruzaron el desierto con mucho ánimo.
En México se encontraron,
con amigos muy alegres,
les enseñaron a bailar salsa,
y a comer tacos con chile.
También visitaron Japón,
con sus samuráis y su sushi,
aprendieron a pintar con pincel,
y a hacer origami con papel.
En cada lugar que visitaban,
encontraban nuevos amigos,
con quienes compartían risas,
y aprendían cosas divertidas.
Finalmente regresaron a casa,
Tito y su grupo de amigos,
conocieron el mundo entero,
y volvieron mucho más unidos.
Ahora Tito sabe que en cada lugar,
hay personas diferentes y especiales,
con sus propias costumbres y tradiciones,
que hay que respetar y aceptar con amistad.
Y así termina la historia,
de Tito y su viaje por el mundo,
donde aprendió sobre la diversidad,
y que la amistad es lo más profundo.