Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de bosques, un niño llamado Lucas. Lucas era un niño muy valiente, siempre estaba listo para enfrentar cualquier aventura que se le presentara. Pero había algo que realmente le aterraba, la oscuridad. Desde que era pequeño, Lucas tenía un gran miedo a la oscuridad, no podía dormir sin tener una luz encendida y siempre corría a encenderla si se despertaba en medio de la noche.
Sus padres intentaban ayudarlo, le decían que no había nada que temer en la oscuridad, que era solo su imaginación jugándole una mala pasada. Pero nada parecía funcionar, hasta que un día, el rey del pueblo decidió organizar un concurso de miedo para los niños mayores. El que fuera capaz de superar sus miedos y enfrentar la oscuridad sería coronado como el valiente del pueblo.
Lucas no podía dejar pasar esta oportunidad, decidió participar en el concurso con la esperanza de vencer su miedo de una vez por todas. El día del concurso, todos los niños se reunieron en el bosque rodeados de velas y antorchas. El rey anunció que el desafío consistía en adentrarse en el bosque, encontrar una flor mágica y regresar antes de que se apagaran todas las luces.
Lucas estaba nervioso, pero no podía rendirse, se armó de valor y se adentró en el bosque. Mientras caminaba, escuchaba ruidos extraños y veía sombras que lo asustaban aún más. Pero recordó las palabras de sus padres, que la oscuridad no era más que su imaginación y continuó avanzando.
De repente, se encontró en un claro rodeado de árboles gigantes y en el centro, brillando con una luz tenue, estaba la flor mágica. Lucas se acercó a ella y la tomó con cuidado, pero justo en ese momento, todas las luces se apagaron. Lucas sintió un gran miedo invadirlo, pero recordó que tenía que regresar antes de que eso sucediera.
Con la flor en su mano, comenzó a correr lo más rápido que pudo, esquivando ramas y saltando sobre raíces. A medida que se acercaba al pueblo, las luces volvían a encenderse, hasta que finalmente llegó a la plaza donde todos lo esperaban.
El rey y los demás niños estaban sorprendidos, nadie había logrado completar el desafío tan rápido y con tanta valentía. El rey le entregó la corona al valiente Lucas y todos lo felicitaron por su gran hazaña.
A partir de ese día, Lucas dejó de tener miedo a la oscuridad. Comprendió que no había nada que temer y que en realidad, la oscuridad podía ser mágica y llena de sorpresas. Y así, se convirtió en un ejemplo para todos los niños del pueblo, demostrándoles que con valentía y determinación, se pueden superar los miedos más grandes.
Desde entonces, cada vez que Lucas se encontraba en la oscuridad, recordaba su aventura en el bosque y sonreía, sabiendo que había vencido su mayor temor. Y aunque aún tenía mucho por descubrir en el mundo, ya no había nada que pudiera detenerlo, porque había demostrado que era un verdadero valiente.