Una vez en un pueblo muy bonito,
vivía un niño llamado Tomás,
Inventor pequeñito,
Duendecillo de la paz.
Tomás era un niño listo y vivaz,
siempre pensando, siempre en acción,
con su mente en constante compás,
Inventaba con amor y pasión.
Una mañana con el sol brillante,
Tomás se levantó pensando,
"Crearé algo interesante,
algo nunca antes visto, algo asombroso."
Corrió al taller, su lugar mágico,
donde la creatividad no tiene fin,
"¡Un avión volador será fantástico!
¡Uno que vuele hasta el confín!"
Tomás trabajó, golpeó y martilló,
con sus pequeñas manos trabajó,
y con amor y esfuerzo construyó,
un avión que al cielo voló.
"¡Zum, zum!" sonaba el avión,
mientras volaba por el aire,
Tomás riendo con emoción,
volaba sin ningún desaire.
Pero un día una tormenta llegó,
y el avión en un árbol quedó atrapado,
Tomás triste y preocupado,
a salvar su avión él trotó.
La lluvia caía "plic, plic, ploc",
pero Tomás no se detuvo,
y con coraje al árbol trepó,
hasta su avión él rescató.
Con su avión en brazos volvió,
y una idea en su mente brilló,
"¡Un paraguas para mi avión construiré!
¡Así la lluvia no lo detendrá!", exclamó lleno de fe.
Corrió al taller, su lugar mágico,
donde la creatividad no tiene fin,
"¡Un paraguas volador será fantástico!
¡Uno que aguante el agua y el viento sin fin!"
Tomás trabajó, golpeó y martilló,
con sus pequeñas manos trabajó,
y con amor y esfuerzo construyó,
un paraguas para su avión, que la lluvia resistió.
Desde entonces Tomás voló,
en su avión con paraguas por el cielo,
inventando, riendo, viviendo,
siempre buscando un nuevo anhelo.
Así es Tomás, el pequeño inventor,
un niño listo, valiente y soñador,
que nos enseña que con amor y labor,
todo se puede lograr, todo tiene valor.
"¡Zum, zum!" suena su avión,
"¡Plic, plic, ploc!" canta la lluvia,
Tomás sonríe con emoción,
y su historia sigue, llena de vida.