Había una vez, en la pequeña aldea de Zahoria, un niño llamado Berto. Aunque era bastante popular entre sus compañeros de escuela, siempre sentía una particular soledad. No es que sus amigos no fueran amables, es que Berto ansiaba una amistad especial, una que solo él pudiera ver y compartir.
Un día, mientras exploraba los bosques cercanos a Zahoria, Berto se encontró con una antigua piedra cubierta de musgo. Parecía ser un tipo de joya, ya que brillaba con un fulgor misterioso. Sin pensarlo dos veces, Berto la tomó y al instante escuchó una risa alegre a su alrededor.
"¿Quién está ahí?", preguntó Berto, mirando a su alrededor.
"¡Hola, Berto!", respondió una voz suave. "Somos tus amigos invisibles".
Así fue como Berto conoció a sus nuevos amigos: Glim, un conejo invisible, y Sparkle, una mariposa invisible. Aunque Berto no podía verlos, podía sentir su presencia y escuchar sus voces.
Transcurrieron los días y Berto disfrutaba mucho de la compañía de Glim y Sparkle. Juntos, solían explorar el bosque, jugaban a hacer carreras y se contaban historias. Berto se sentía muy feliz. Pero un día, el fulgor de la piedra comenzó a desvanecerse.
"La piedra está perdiendo su magia", dijo Sparkle con tristeza. "Si no la recargamos, desapareceremos para siempre".
Berto se sintió devastado. No estaba dispuesto a perder a sus amigos invisibles. "¿Cómo podemos recargarla?", preguntó.
"En la cima de la Montaña de las Estrellas, se encuentra la Flor de la Luz", dijo Glim. "Es la única que puede devolverle la magia a la piedra y permitirnos quedarnos contigo".
Berto, aunque un poco asustado, decidió emprender la aventura. Con Glim y Sparkle a su lado, comenzó la travesía hacia la Montaña de las Estrellas. Enfrentaron muchos desafíos en el camino: cruzaron ríos furiosos, sortearon densos bosques y escalaron altas montañas. Pero con la ayuda de sus amigos invisibles, Berto superó todas las dificultades.
Finalmente, llegaron a la cumbre de la montaña donde florecía la Flor de la Luz. Pero para su sorpresa, un gigantesco pájaro guardaba la preciada flor. Berto se sintió desesperado, pero Glim y Sparkle le recordaron el valor de la amistad.
"No estás solo, Berto", dijo Glim. "Nosotros estamos contigo, aun si no puedes vernos".
Inspirado por sus palabras, Berto se armó de valor y, con la ayuda de Glim y Sparkle, logró esquivar al pájaro y tomar la Flor de la Luz. Al tocar la piedra con la flor, ésta volvió a brillar intensamente.
Berto, Glim y Sparkle volvieron a Zahoria como héroes. Aunque los demás niños no podían ver a los amigos invisibles de Berto, podían sentir su presencia y escuchar sus risas. Y aunque la amistad de Berto con Glim y Sparkle era especial, él aprendió que todas las amistades son valiosas.
Y así, Berto, Glim y Sparkle vivieron muchas más aventuras, siempre recordando el valor de la amistad y la importancia de trabajar en equipo para superar cualquier obstáculo. Y aunque Berto ya no se sentía solo, siempre guardó un rincón especial en su corazón para sus amigos invisibles.