Había una vez un dragón llamado Temerario, que vivía en el corazón de una montaña encantada. A pesar de ser un dragón, Temerario tenía un secreto: le tenía miedo a la noche. Cuando el sol caía y el cielo se llenaba de estrellas, Temerario se escondía en su cueva, temblando de miedo.
Un día, un pequeño niño llamado Leo llegó al pueblo que se encontraba al pie de la montaña. Leo era nuevo en la ciudad y se sentía nervioso y asustado. Había oído historias sobre un dragón que vivía en la montaña, y aunque estaba un poco asustado, también estaba emocionado por la posibilidad de conocer a un dragón de verdad.
Leo subió con valentía la montaña y, para su sorpresa, encontró a Temerario, el dragón, temblando en su cueva. "¿Por qué estás temblando?" preguntó Leo. Temerario miró a Leo con sus grandes ojos ambarinos y confesó: "Tengo miedo de la noche. Cuando las estrellas salen, me asusto y me escondo en mi cueva".
Leo se sorprendió. Nunca había oído hablar de un dragón que tuviera miedo a la noche. Pero en vez de reírse, Leo decidió ayudar a Temerario. "Vamos a enfrentar nuestro miedo juntos", dijo Leo. "Yo también tengo miedo, pero si lo hacemos juntos, tal vez podamos superarlo".
Esa noche, Leo y Temerario se sentaron en la entrada de la cueva, esperando a que las estrellas salieran. Temerario temblaba, pero Leo lo tomó de la mano. "No tienes que tener miedo", le dijo Leo, "las estrellas son amigas, no enemigas".
Cuando las estrellas salieron, Leo comenzó a contarle a Temerario las historias que su abuela le había contado sobre las constelaciones. Habló de la Osa Mayor y la Osa Menor, de Orión el cazador y de la Vía Láctea, la carretera de estrellas que cruzaba el cielo nocturno.
Mientras Leo hablaba, Temerario dejó de temblar. Miró las estrellas y, por primera vez, no sintió miedo sino asombro. Esa noche, Temerario y Leo se quedaron hasta tarde, hablando y riendo bajo el cielo estrellado.
Desde esa noche, Temerario ya no tuvo miedo de la oscuridad. Y Leo, que había sido un extraño nervioso en la ciudad, encontró un nuevo amigo en el dragón. Juntos, se enfrentaron a sus miedos y encontraron la valentía para superarlos.
Y así, cada vez que las estrellas salían, Temerario ya no se escondía en su cueva. En cambio, salía y contemplaba las estrellas, recordando las historias que Leo le había contado. Y Leo, a pesar de estar lejos de su hogar, se sentía feliz y seguro, sabiendo que tenía un amigo en Temerario, el dragón.
Así que, la próxima vez que mires las estrellas, piensa en Leo y Temerario, y recuerda que incluso los dragones pueden tener miedo a la noche, pero con un buen amigo y un poco de valentía, cualquier miedo puede ser superado. Y recuerda también que, aunque seas nuevo en la ciudad, siempre puedes encontrar un amigo en el lugar más inesperado, incluso en un dragón temeroso de la noche estrellada.