Una vez, en un tranquilo pueblo de montaña, vivía un niño llamado Matías. Matías era conocido por su curiosidad insaciable y su amor por la aventura. Un día, en el ático polvoriento de su abuela, encontró un espejo antiguo y misterioso. Este no reflejaba su rostro, sino un mundo completamente diferente, lleno de colores brillantes y criaturas fantásticas.
Matías, con sus ojos brillando de emoción, decidió explorar este nuevo mundo. Cogió su mochila, se armó de valor y se adentró en el espejo. De repente, se encontró en un lugar donde los árboles tenían colores del arco iris y los animales hablaban.
Después de un rato, Matías se encontró con un sabio anciano que se presentó como el Rey de ese mundo, llamado Mirall. El Rey Mirall era un hombre amable pero estricto, quien mantenía el orden en este universo paralelo con un cetro mágico que controlaba el tiempo.
Matías le explicó al Rey Mirall que venía de otro mundo, a través del espejo mágico. El Rey Mirall, sorprendido, le informó que el espejo era un portal que conectaba diferentes dimensiones y épocas. Y le dijo a Matías que, aunque ahora era divertido y emocionante, debía ser muy cauteloso, pues cada mundo tenía sus propias reglas y peligros, y el viaje en el tiempo podía tener consecuencias inesperadas.
Intrigado, Matías le pidió al Rey Mirall que le enseñara a usar el cetro. El Rey accedió, pero bajo una condición: Matías debía prometer usarlo solo para hacer el bien. Matías asintió con entusiasmo y pronto aprendió a manejar la magia del cetro. Con él, podía visitar cualquier lugar en cualquier momento, desde la época de los dinosaurios hasta el futuro lleno de naves espaciales.
En sus viajes, Matías conoció a muchos personajes interesantes, aprendió sobre diferentes culturas y eventos históricos, y vivió increíbles aventuras. Pero siempre recordó la advertencia del Rey Mirall y usó el cetro con responsabilidad.
Un día, mientras visitaba el antiguo Egipto, Matías accidentalmente dejó el cetro. Cuando regresó a Mirall para buscarlo, descubrió que el mundo estaba en caos: las estaciones cambiaban aleatoriamente y las criaturas estaban aterradas.
Matías se sintió terriblemente culpable. Recordó la advertencia del Rey Mirall y se dio cuenta de que había abusado de su poder. Decidió que debía encontrar el cetro y corregir su error.
Después de una larga búsqueda, Matías finalmente encontró el cetro en Egipto y lo llevó de vuelta a Mirall. Usó el cetro para arreglar el tiempo y el caos en Mirall desapareció.
Cuando todo volvió a la normalidad, Matías devolvió el cetro al Rey Mirall. Le agradeció al Rey por la oportunidad y prometió que nunca más abusaría del poder del cetro.
El Rey Mirall, impresionado por la honestidad y valentía de Matías, le permitió quedarse con el espejo mágico. Matías prometió usarlo solo para visitar Mirall y aprender más sobre los diferentes tiempos y lugares.
Desde entonces, Matías se convirtió en un viajero del tiempo, siempre dispuesto a aprender y explorar, pero siempre consciente de la importancia de respetar el tiempo y las reglas de cada lugar. Y aunque Matías creció y se convirtió en un hombre, nunca olvidó las lecciones que aprendió en el mundo mágico detrás del espejo.