Había una vez tres amigos llamados Tomás, Sofía y Mateo. Un día, mientras jugaban en el parque, encontraron una puerta misteriosa detrás de unos arbustos. Sin pensarlo dos veces, abrieron la puerta y se encontraron en un mundo completamente diferente al suyo.
Era un lugar lleno de árboles gigantes y flores de colores brillantes. Los niños se sorprendieron al ver que todo era mucho más grande que en su mundo. De repente, un anciano con barba blanca y un bastón apareció frente a ellos.
"¡Bienvenidos a mi mundo, niños!", dijo el anciano con una sonrisa. "Me llamo Abuelo Tito y soy el guardián de este lugar".
Los niños se presentaron y le explicaron cómo habían llegado allí. Abuelo Tito les contó que había tres mundos diferentes: el mundo de los gigantes, el mundo de los duendes y el mundo de los humanos. Y que cada mundo tenía sus propias reglas y personajes.
Los niños estaban emocionados y le pidieron a Abuelo Tito que los llevara a explorar los otros mundos. Con su bastón mágico, el anciano los transportó al mundo de los gigantes.
Allí, se encontraron con enormes seres que cuidaban de la naturaleza. Los gigantes les enseñaron a los niños a respetar y cuidar el medio ambiente, y les regalaron unas semillas mágicas para plantar en su mundo.
Luego, Abuelo Tito los llevó al mundo de los duendes. Allí, se encontraron con pequeñas criaturas que vivían en casas de setas. Los duendes les enseñaron a los niños a ser amables con los demás y a ayudar a los que lo necesitan.
Por último, el anciano los llevó al mundo de los humanos. Allí, se encontraron con una ciudad llena de luces y edificios altos. Los niños se sorprendieron al ver que todos los humanos eran muy parecidos a ellos, pero tenían diferentes costumbres y comían alimentos diferentes.
Abuelo Tito les explicó que en cada mundo había cosas buenas y cosas malas, pero que lo importante era respetar y aprender de las diferencias. Los niños entendieron la lección y prometieron llevar esa enseñanza a su mundo.
De regreso a casa, los niños plantaron las semillas mágicas que les habían regalado los gigantes. Y para su sorpresa, crecieron árboles gigantes que les daban sombra y frutas deliciosas.
Los niños también empezaron a ayudar a los demás y a ser más amables con sus compañeros en el colegio. Y cada vez que veían a Abuelo Tito en el parque, lo saludaban con una gran sonrisa y le contaban todas las aventuras que habían vivido en los otros mundos.
Un día, Abuelo Tito les dijo que era hora de regresar a su mundo. Los niños se despidieron con tristeza y prometieron volver a visitar los otros mundos algún día.
De vuelta en su mundo, Tomás, Sofía y Mateo se dieron cuenta de que habían aprendido muchas lecciones valiosas en su aventura. Y cada vez que veían las flores de colores en el parque, recordaban con cariño al sabio Abuelo Tito y a los maravillosos mundos que habían explorado juntos. Desde entonces, se convirtieron en grandes amigos y siempre estuvieron dispuestos a aprender y explorar nuevas aventuras.