El Bosque de los Desacuerdos

En el Bosque de los Desacuerdos, donde los pájaros no pueden cantar,

viven criaturas de todos tipos, incapaces de conciliar.

El sol brilla siempre con desdén, y la luna con cinismo,

pues en este bosque, la paz no es más que un espejismo.

Viven allí la ardilla, el conejo y el zorro astuto,

y también un viejo búho, que observa todo en absoluto.

El búho, sabio y viejo, contempla con tristeza,

el desacuerdo constante, la enemistad, la aversión, la dureza.

El conejo y la ardilla, amigos solían ser,

pero un día se pelearon, nadie recuerda por qué.

El zorro y el conejo, constantemente discuten,

por quién corre más rápido, ¡oh, qué disputas!

El viejo búho observa, con ojos llenos de sabiduría,

sabe que la respuesta no es la pelea ni la ironía.

Así que un día, con su voz grave y profunda,

llamó a las criaturas del bosque, rompiendo su disputa rotunda.

"He observado", dijo, "esta amargura sin fin,

y creo que es hora de que alguien intervenga.

La discordia y el desacuerdo solo traen dolor,

y en este hermoso bosque, eso no puede ser lo mejor".

El conejo, la ardilla y el zorro se detuvieron,

escucharon al búho, y sus palabras procesaron.

El búho continuó, con su voz suave y firme,

"La solución a nuestros problemas no es tan difícil de discernir".

"La ardilla y el conejo, amigos solían ser,

¿Por qué no intentan recordar, qué los hizo enfurecer?

El zorro y el conejo, compiten en una carrera,

¿Por qué no hacen equipo y corren por pura diversión en la pradera?"

Las criaturas del bosque, se quedaron en silencio,

las palabras del búho, calaron muy dentro.

Y entonces, de repente, la ardilla suspiró,

"Recuerdo que fue una nuez, por la que nos peleamos, querido amigo".

El conejo sonrió, y pidió disculpas a su viejo compañero,

"La amistad es más importante, que cualquier nuez del sendero".

El zorro y el conejo, luego se miraron,

y prometieron que nunca más, por tonterías se enfadarían.

Por fin, en el Bosque de los Desacuerdos, los pájaros comenzaron a cantar,

las criaturas aprendieron a resolver sus problemas, sin tener que pelear.

El sol brilló con alegría, la luna con esperanza,

y el viejo búho suspiró, con una sonrisa de bonanza.

Y así, queridos niños, acaba esta historia,

llena de conflictos, pero también de victoria.

Cuando enfrentes un problema, recuerda al viejo búho,

la solución no es pelear, sino dialogar… y tal vez, un abrazo.

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