Había una vez un valle lleno de eco llamado 'El Valle de las Voces'. Dentro de este valle, las palabras nunca morían, simplemente se repetían, resonando entre las montañas. Cada voz tenía su propio tono, su propio timbre, y juntas, formaban una sinfonía de sonidos que nunca cesaba.
Un día, la paz del valle fue perturbada por una voz desagradablemente fuerte que provenía de una criatura llamada Grognar. Grognar era un gigante que había llegado al valle con la intención de tomarlo para sí mismo. Su voz era tan fuerte que las demás voces apenas podían ser escuchadas. Los habitantes del valle, animales y humanos por igual, estaban aterrados y confundidos por la presencia de Grognar.
En medio de este caos, una niña llamada Elara decidió tomar una postura. Elara era conocida por su valentía y su ingenio, y a pesar de su corta edad, se le respetaba en el valle. Ella decidió enfrentarse a Grognar y negociar una salida pacífica.
Elara se encontró con Grognar y con voz firme le dijo: "Grognar, este valle pertenece a todos nosotros. Tu voz es tan fuerte que las nuestras no pueden ser escuchadas. Debes aprender a hablar en un tono más bajo."
Grognar se rió con desprecio, "¡Qué tontería! ¡El más fuerte debe ser el más escuchado!"
"Las voces más fuertes no siempre son las más sabias", respondió Elara. "Si escuchas a los demás, aprenderás mucho más."
Grognar se burló de la idea, pero Elara tenía un plan. Ella le propuso una competencia. Si Grognar podía escuchar y repetir las palabras de todos los habitantes del valle, él podía quedarse. Pero si no podía, tendría que dejar el valle en paz.
Grognar, seguro de su superioridad, aceptó el desafío. Elara fue de uno en uno, y cada habitante del valle pronunció una frase que Grognar tenía que repetir. Pero Grognar sólo podía escuchar su propia voz y no podía distinguir las palabras de los demás.
Finalmente, Grognar admitió su derrota. "No puedo escuchar a los demás por encima de mi propia voz", admitió. Elara sonrió y le dijo, "Es porque gritas demasiado. Aprende a escuchar, y las voces de los demás te alcanzarán."
Grognar, humillado pero consciente, prometió aprender a escuchar y bajó su voz. El valle recobró su armonía, y aunque la voz de Grognar todavía era la más fuerte, ya no ahogaba las demás.
Y así, la pequeña Elara enseñó a todo el valle, y al gigante, que no es la voz más fuerte la que siempre debe ser escuchada, sino que todas las voces tienen su importancia. Y Grognar, aunque todavía era un gigante, aprendió a escuchar y a respetar las voces de los demás, y así, finalmente, encontró su lugar en el Valle de las Voces.