El mundo de los espejos

En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía un niño llamado Tomás. Él era un niño muy curioso, siempre buscaba nuevas aventuras y cosas interesantes que hacer. Un día, mientras paseaba por el bosque, se encontró con un extraño espejo en lo profundo de la espesura.

Tomás se acercó al espejo y quedó fascinado por lo que vio. El reflejo de su imagen no era exactamente igual a él, sino que era un poco diferente. Se veía a sí mismo con un sombrero de copa y un bigote muy largo. Tomás se rió y pensó que era muy divertido. Decidió acercarse aún más al espejo y tocarlo con su mano.

Pero justo cuando iba a tocarlo, su reflejo en el espejo se movió y le hizo una seña para que lo siguiera. Tomás, sin pensarlo dos veces, se adentró en el espejo y se encontró en un mundo completamente diferente.

Este mundo era mágico y lleno de colores brillantes. Había árboles gigantes que tocaban el cielo y ríos de chocolate que fluían por todas partes. Tomás se quedó maravillado y comenzó a explorar este nuevo lugar. Mientras caminaba, se dio cuenta de que su reflejo en el espejo lo seguía a todas partes.

De repente, escuchó una voz suave que le dijo: "¡Bienvenido al mundo de los espejos, Tomás! Soy el Profesor Espejo y estoy aquí para enseñarte todo lo que necesitas saber sobre este lugar".

Tomás miró a su alrededor y vio a un hombre mayor con una larga barba blanca y un sombrero puntiagudo. Era el Profesor Espejo, el mentor de este mundo mágico.

El Profesor Espejo le explicó a Tomás que este mundo era un universo paralelo al suyo, donde todo lo que veía en los espejos cobraba vida. También le dijo que cada uno de nosotros tiene un reflejo en este mundo, pero que solo algunos pueden entrar y explorarlo.

Tomás estaba emocionado y le preguntó al Profesor Espejo si podía quedarse a vivir en este mundo para siempre. Pero el Profesor le dijo que no era posible, ya que tenía que regresar a su mundo antes de que el sol se pusiera o se quedaría atrapado allí para siempre.

Tomás entendió y decidió aprovechar al máximo su tiempo en el mundo de los espejos. El Profesor Espejo lo llevó a dar un paseo por el bosque y le presentó a todos los habitantes del lugar.

Conoció a un león con rayas de arcoíris, un pájaro que hablaba con las flores y una sirena que cantaba hermosas canciones en el río de chocolate. Todos eran muy amigables y le enseñaron a Tomás cosas nuevas y emocionantes.

Pero pronto, el sol comenzó a ponerse y Tomás se dio cuenta de que era hora de regresar a casa. El Profesor Espejo lo llevó de vuelta al espejo y le dijo que siempre podría volver a visitar cuando quisiera.

Tomás regresó a su mundo justo a tiempo para la cena. Le contó a su familia todo lo que había vivido en el mundo de los espejos y todos se quedaron asombrados. A partir de ese día, Tomás visitaba el mundo de los espejos cada vez que podía, aprendiendo nuevas cosas y haciendo amigos en cada visita.

Y así, Tomás descubrió que a veces, los espejos pueden ser mucho más que solo un reflejo de nosotros mismos. Pueden ser una puerta a un mundo lleno de aventuras y magia, donde un Profesor Espejo siempre estará allí para guiarlo y enseñarle cosas nuevas.

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