Había una vez en la pequeña ciudad de San Feliz, una mamá muy especial. Todos la llamaban Supermamá. Ella no llevaba capa ni volaba por los cielos, pero tenía un superpoder increíble: siempre estaba allí cuando alguien la necesitaba.
Un día, mientras Supermamá hacía el desayuno para su pequeña hija, Mia, escuchó un fuerte "¡Pum, Pum!" desde fuera. Mia, miró a su mamá asustada y preguntó: "¿Qué fue eso, mamá?". Supermamá sonrió y le dijo: "No te preocupes, Mia, vamos a ver qué pasó".
Saliendo a la calle, vieron que el ruido venía del viejo roble en la plaza del pueblo. El señor Lee, un anciano de la ciudad, que siempre contaba historias de su tierra natal, China, estaba atrapado en las ramas del árbol. Había intentado rescatar su cometa, pero ahora estaba en apuros.
Supermamá, sin perder un segundo, corrió al rescate. "¡Pum, Pum!" sonaron sus pies mientras corría. Cuando llegó al árbol, miró a su alrededor buscando una manera de ayudar al señor Lee.
De repente, tuvo una idea brillante. Recogió una larga cuerda del viejo pozo de la plaza y la ató en la rama más baja del árbol. Luego, con un fuerte "¡Pum, Pum!", comenzó a trepar.
Mia y los demás niños del pueblo observaban asombrados mientras Supermamá trepaba más y más alto. "¡Pum, Pum!" sonaba cada vez que sus pies tocaban el tronco del árbol.
Finalmente, Supermamá llegó hasta el señor Lee. Con cuidado, lo ató a la cuerda y le dijo: "No te preocupes, señor Lee, te llevaré a salvo al suelo". Y así, con un suave "¡Pum, Pum!", ambos descendieron del árbol.
Todos aplaudieron y vitorearon cuando Supermamá y el señor Lee tocaron el suelo. Mia corrió hacia su mamá y le dio un gran abrazo. Supermamá sonrió y la levantó en sus brazos.
Esa noche, el señor Lee contó una historia especial a todos los niños del pueblo. Era la historia de una valiente mujer de su tierra natal, China, que también era una supermamá.
Y así, todos en San Feliz aprendieron que no necesitas capa ni volar para ser un héroe. Solo necesitas estar allí para los demás, al igual que Supermamá.
Y cada vez que escuchaban un "¡Pum, Pum!", recordaban la valiente aventura de Supermamá, y cómo ella, con su amor y valentía, había salvado el día. Porque, después de todo, ¿no es eso lo que hacen los superhéroes?
Y aunque Supermamá no volaba ni llevaba capa, para Mia y todos los niños de San Feliz, ella era la verdadera superheroína. Y todos sabían que, sin importar qué, Supermamá siempre estaría allí para rescatar el día.
¡Pum, Pum, Supermamá al rescate!