Una vez, en la pequeña ciudad de Amigable, vivía una niña llamada Sophie. Sophie era una niña muy especial, porque tenía un poder increíble. ¡Podía viajar en el tiempo! Lo único que necesitaba era su reloj de bolsillo mágico y su imaginación.
Un día, mientras jugaba en su jardín, Sophie escuchó un débil "miau". Miró a su alrededor pero no vio nada. "Miau", volvió a escuchar. Sophie siguió el sonido hasta un viejo roble. En lo alto, había un pequeño gatito atrapado. ¡El pobre gatito estaba asustado y no podía bajar!
Sophie quería ayudar, pero era demasiado pequeña para alcanzar la rama. Entonces, recordó su poder. Sacó su reloj de bolsillo y decidió viajar al pasado para buscar ayuda. ¡Zas! En un abrir y cerrar de ojos, Sophie estaba en la era de los dinosaurios.
“¡Roar!” Un enorme dinosaurio se acercó a Sophie. Pero no tenía miedo. Sabía que los dinosaurios no eran malos, solo grandes y asustados. Sophie le explicó al dinosaurio sobre el gatito atrapado. El dinosaurio, con su largo cuello, era lo suficientemente alto como para alcanzar la rama.
Pero oh no, el dinosaurio era demasiado grande para el jardín de Sophie. Su cola golpeó todo, causando un gran lío. Sophie se dio cuenta de que había cometido un error. El dinosaurio era demasiado grande para rescatar al gatito.
Sophie decidió que necesitaba un plan diferente. Sacó su reloj de bolsillo y viajó al futuro. ¡Zas! Ahora estaba en una ciudad futurista llena de robots.
“Bip, bop,” un amable robot se acercó a Sophie. Le explicó su problema y el robot estuvo encantado de ayudar. Extendió su brazo de metal hacia el árbol. Pero oh no, el gatito se asustó del ruido del robot y se subió aún más alto.
Sophie se sintió triste. Su viaje en el tiempo no estaba funcionando. Pero entonces, recordó algo importante. No necesitaba dinosaurios gigantes o robots futuristas para ser una heroína. ¡Ella podía ser su propia heroína!
Volvió a su tiempo y miró alrededor. Vio una escalera en el garaje de su casa. ¡Era perfecta! Sophie tomó la escalera y la apoyó contra el árbol. Con cuidado, subió paso a paso. Cuando llegó a la cima, extendió su mano al gatito. "No tengas miedo", susurró. Y el gatito, finalmente, se acercó a Sophie.
Sophie bajó con el gatito en sus brazos. La mamá del gatito se acercó, ronroneando agradecida. Sophie sonrió. No necesitaba viajar en el tiempo para ser una heroína. Todo lo que necesitaba era coraje y amabilidad.
Esa noche, Sophie se acostó en su cama, feliz. Había aprendido una valiosa lección. Todos pueden ser héroes, sin importar cuán pequeños sean. Y siempre que escuchaba un "miau" en apuros, Super Sophie estaba lista para el rescate. Porque, al final del día, ser un héroe no se trata de tener superpoderes, sino de tener un super corazón.