Era una hermosa tarde de verano en la ciudad, el sol brillaba en lo alto del cielo y las calles estaban llenas de gente paseando y disfrutando del buen clima. En una de esas calles, vivía una familia muy especial, compuesta por papá, mamá, y su hijo pequeño llamado Tito. Pero lo que hacía a esta familia aún más especial, era su mascota, un perrito travieso y juguetón llamado Tito.
Tito era un perro de raza pequeña, con un pelaje suave y blanco como la nieve. Tenía grandes ojos negros y una nariz rosada que lo hacían ver muy tierno. Pero detrás de esa apariencia, se escondía un perrito muy travieso que siempre estaba buscando aventuras y travesuras.
Un día, mientras paseaban por el parque, Tito vio a un gato que se asomaba por encima de una pared. Sin pensarlo dos veces, Tito empezó a perseguir al gato, corriendo por las calles y saltando sobre los bancos del parque. La mamá de Tito, quien lo llevaba con su correa, no podía contenerlo y tuvo que pedir ayuda a un señor que pasaba por allí para atrapar al perrito.
Después de esa travesura, la mamá de Tito decidió que era hora de enseñarle una lección. Así que esa noche, antes de dormir, le contó a Tito una historia sobre un perro llamado Max, que también era muy travieso y siempre estaba metiéndose en problemas. Pero un día, Max se perdió en la ciudad y no podía encontrar el camino de regreso a casa. Fue entonces cuando un niño soñador y pensador llamado Lucas, lo encontró y lo ayudó a volver con su familia. Desde ese día, Max aprendió que ser travieso no siempre era una buena idea y que la bondad y la ayuda de los demás, eran mucho más valiosas.
Tito escuchó atentamente la historia de su mamá y prometió ser más bueno y obediente. Pero al día siguiente, cuando salieron a caminar, Tito volvió a ver al gato y otra vez se escapó para perseguirlo. Esta vez, corrió tan rápido que se alejó mucho de su mamá y se perdió en una parte desconocida de la ciudad.
Tito estaba asustado y no sabía cómo volver a casa. Empezó a ladrar y a buscar a su mamá, pero no la encontraba. Fue entonces cuando apareció un niño soñador y pensador, llamado Lucas, quien al ver al perrito perdido, decidió ayudarlo. Lucas se acercó a Tito y le habló con palabras suaves y amables, logrando calmarlo y ganarse su confianza.
Con la ayuda de Lucas, Tito pudo encontrar el camino de regreso a casa y reencontrarse con su familia. Desde ese día, Tito aprendió que no siempre era bueno ser tan travieso y que la bondad y la ayuda de los demás eran muy importantes. También aprendió que la imaginación y la creatividad, no solo se utilizan para hacer travesuras, sino también para resolver problemas de manera no convencional.
A partir de ese momento, Tito se convirtió en un perrito más obediente y bondadoso. Ya no perseguía gatos ni se escapaba de su mamá, sino que disfrutaba de pasear con ella y de jugar con su pelota en el parque. Y cada vez que veía a Lucas en la calle, lo saludaba con mucho cariño y agradecimiento.
Y así, Tito aprendió una valiosa lección gracias a su aventura perdido en la ciudad. Aprendió que ser travieso no era tan divertido como parecía y que siempre es mejor ser bueno y amable con los demás. Y desde entonces, Tito se convirtió en el perrito más querido y bondadoso de la ciudad, demostrando que hasta el más travieso puede cambiar y convertirse en un gran amigo.