En la ciudad de Pastel, donde los semáforos parpadean luz de luna y los automóviles se mueven con la melodía del viento, existía un bosque encantado conocido como el Bosque de las Promesas Incumplidas. En lugar de árboles normales, crecían enormes lápices de colores, y en vez de pájaros, volaban palabras que se entrelazaban en el aire formando poesías.
En esa peculiar ciudad, vivía un grupo de amigos: Sofía, la soñadora; Lucas, el inventor; y Maya, la valiente. Aunque eran distintos en muchas formas, compartían una pasión por la aventura y el amor por su hermosa ciudad.
Un día, mientras paseaban por el bosque, encontraron un árbol diferente. En lugar de lápices de colores, este parecía un gigantesco libro antiguo, con sus hojas cayendo como si fuesen hojas de otoño. En su corteza, estaba tallada una leyenda: "Aquí yacen las promesas incumplidas de la humanidad".
Sofía, quien amaba las historias, sintió curiosidad y abrió el libro-árbol. De repente, una serie de sombras salió volando de las páginas, oscureciendo el cielo y esparciendo un aire frío. Las sombras eran las promesas incumplidas, liberadas ahora, causando caos en la ciudad: los semáforos se apagaron, los autos se quedaron quietos, y las palabras dejaron de volar.
Los amigos, asustados pero decididos, sabían que debían arreglar el error de Sofía. Lucas, con su mente ingeniosa, propuso un plan: debían cumplir las promesas liberadas para devolverlas al libro-árbol.
Así comenzaron su misión. Algunas promesas eran pequeñas y fáciles de cumplir, como la de un niño que prometió recoger su cuarto. Otras eran más difíciles, como la del alcalde, que había prometido construir un nuevo parque para la ciudad.
Durante días, los amigos trabajaron sin descanso, cumpliendo promesas en nombre de aquellos que las habían olvidado. Con cada promesa cumplida, una sombra regresaba al libro-árbol, devolviendo poco a poco la luz y la calma a la ciudad de Pastel.
Finalmente, solo quedó una sombra, la más grande y poderosa de todas: la promesa incumplida de un antiguo rey que había prometido proteger el bosque encantado. Pero, ¿cómo podrían los amigos cumplir una promesa tan grande?
Maya, siempre valiente, tuvo una idea. Convencieron al alcalde para que declarase el bosque como un parque protegido. Con la ayuda de todos los habitantes de Pastel, limpiaron el bosque, plantaron nuevos árboles-lápices y cuidaron de las palabras voladoras.
Cuando terminaron, la última sombra regresó al libro-árbol, que se cerró con un suave murmullo. La luz llena de colores regresó a la ciudad, los semáforos volvieron a parpadear luz de luna, los autos se movieron nuevamente con la melodía del viento y las palabras volaron, formando las más bellas poesías.
El trío de amigos, agotados pero felices, se dio cuenta de que habían aprendido una valiosa lección. Cada promesa que hacemos es importante, grande o pequeña, porque cada promesa tiene el poder de afectar a otros. Desde aquel día, Sofía, Lucas y Maya se volvieron aún más cuidadosos con sus promesas, recordando siempre que, al igual que los árboles y las palabras, las promesas también necesitan ser cuidadas y respetadas.