El Bosque de las Palabras Perdidas

Había una vez un bosque peculiar llamado el Bosque de las Palabras Perdidas. Este bosque no tenía árboles ordinarios, sino árboles de palabras. Cada hoja era una palabra diferente y cada vez que una hoja caía, esa palabra se perdía para siempre.

En la localidad vecina vivía un científico llamado Doctor Palabrerías, quien era famoso por su peculiar obsesión con las palabras. El Doctor Palabrerías era un hombre pequeño, con una gran sonrisa y un par de anteojos que siempre parecían estar a punto de caer de su nariz. Pasaba sus días inventando máquinas para rescatar las palabras antes de que se perdieran.

Un día, el Doctor Palabrerías decidió que era hora de visitar el Bosque de las Palabras Perdidas. Llegó al bosque con su última invención, un paraguas gigante que llamó el "Rescatador de Palabras".

"Este paraguas recogerá las hojas antes de que toquen el suelo y se pierdan para siempre", explicó con entusiasmo a un búho que lo observaba con curiosidad. El búho se rió a carcajadas y voló lejos, dejando al Doctor Palabrerías rascándose la cabeza en confusión.

El Doctor Palabrerías caminó por el bosque, sosteniendo el Rescatador de Palabras sobre su cabeza. Palabras como "risa", "mariposa" y "púrpura" caían en su paraguas. Pero pronto, se dio cuenta de un problema.

"¡Oh, no! ¡Las palabras se están amontonando y no puedo leerlas!" exclamó. Las palabras comenzaron a caer del paraguas, perdiéndose en el viento.

Pero entonces, una idea brillante iluminó su rostro. "¡Eureka! ¡Ya sé qué hacer!" exclamó.

Corrió de regreso a su laboratorio y trabajó toda la noche en su nueva invención. Al amanecer, regresó al bosque con un libro gigante titulado "El Diccionario de las Palabras Rescatadas".

"Ahora, cada vez que una palabra caiga en mi paraguas, la escribiré en este libro", explicó a un conejo que pasaba. El conejo meneó sus orejas y saltó, dejando al Doctor Palabrerías sintiéndose muy satisfecho.

Y así, el Doctor Palabrerías pasó sus días en el Bosque de las Palabras Perdidas, recogiendo palabras con su Rescatador de Palabras y escribiéndolas en su Diccionario de las Palabras Rescatadas. Palabras como "estrella", "risueño" y "libélula" ya no se perdían, sino que eran cuidadosamente registradas en su libro.

Y aunque a veces se tropezaba con las raíces o era picado por los mosquitos, el Doctor Palabrerías siempre se reía a carcajadas y decía: "¡Cada picadura es solo un recordatorio de lo divertido que es estar al aire libre!"

Con el tiempo, el Bosque de las Palabras Perdidas se convirtió en un lugar donde las palabras no se perdían, sino que se encontraban. Y el Doctor Palabrerías, con su paraguas y su libro, se convirtió en el guardián de las palabras, demostrando que, con un poco de humor, ingenio y amor por la naturaleza, incluso las cosas perdidas pueden ser encontradas.

Y si alguna vez visitas ese bosque, puedes ver al Doctor Palabrerías, siempre riendo, siempre escribiendo, protegiendo las palabras para que nunca se pierdan. Porque, como él siempre dice: "¡Las palabras son como las hojas, deben ser recogidas antes de que caigan!" Y así, el Bosque de las Palabras Perdidas se convirtió en el Bosque de las Palabras Encontradas.

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