Había una vez, en un tranquilo pueblo llamado Sombra Dulce, una niña de pelo castaño y ojos brillantes llamada Clarian. Ahora, Clarian no era una niña común, tenía un miedo irracional a la oscuridad. No era solo la oscuridad de su armario o debajo de su cama, era cualquier oscuridad, incluso la suave y aterciopelada oscuridad de la noche.
En este mismo pueblo, vivía un anciano sabio y amable, el abuelo Thatch. Thatch era conocido por sus cuentos llenos de sabiduría y humor, y Clarian los adoraba. Pero había un cuento que nunca había escuchado, "El Viaje de la Noche Aterciopelada".
Una tarde, mientras el sol se ponía, Clarian se armó de valor y fue a visitar a Thatch.
-"Abuelo Thatch," comenzó con una voz temblorosa. "¿Podrías contarme el cuento de 'El Viaje de la Noche Aterciopelada'?"
Thatch sonrió, sus arrugas formando un conjunto de líneas cómicas en su rostro. "Oh, Clarian, ese cuento no se cuenta, se vive. ¿Estás lista para embarcarte en esa aventura?"
Clarian asintió con determinación, a pesar de sentir un nudo en el estómago.
Thatch sacó un mapa antiguo, pintado con tonos de azul oscuro y puntos de plata que representaban las estrellas. "Este es el mapa de la Noche Aterciopelada. Tu misión es encontrar la Estrella del Valor y traerla de vuelta."
Con una linterna en la mano y el mapa en la otra, Clarian comenzó su viaje. A medida que avanzaba, el miedo la paralizaba. Pero entonces recordó las palabras de Thatch y decidió enfrentarse a la oscuridad.
En su camino, encontró criaturas inusuales que solo aparecen en la noche, como el Murciélago Bromista que se reía de sus propios chistes malos, o el Búho Sabelotodo que respondía cualquier pregunta con una rima complicada. A pesar de su miedo inicial, Clarian comenzó a encontrar humor en estas situaciones, riendo y haciendo nuevos amigos.
La oscuridad comenzó a parecer menos aterradora, más como un lienzo en el que las estrellas pintaban historias. La Noche Aterciopelada ya no era un lugar de miedo, sino un escenario para nuevas aventuras.
Finalmente, llegó a la Estrella del Valor, que brillaba con un fulgor dorado. Pero para llegar a ella, tenía que cruzar un río oscuro. Clarian se sintió temeraria, pero recordó todas las risas y los nuevos amigos que había hecho. Con un suspiro valiente, se zambulló en el río.
Cuando emergió del otro lado, estaba empapada pero triunfante. Tomando la Estrella del Valor en sus manos, sintió una calidez que irradiaba coraje.
Clarian regresó al amanecer, la estrella brillando en su mano. Thatch la esperaba, una sonrisa orgullosa en su rostro. "Ve, Clarian", dijo, "Has enfrentado tus miedos y los has superado. La Noche Aterciopelada ya no es un lugar de miedo para ti."
Desde aquel día, Clarian ya no temía la oscuridad. En cambio, la veía como un lugar lleno de risas, aventuras y coraje. Y cada vez que la noche caía, Clarian recordaba su viaje y sonreía, lista para enfrentarse a cualquier cosa que la vida le presentara. Así, la Noche Aterciopelada dejó de ser una amenaza para convertirse en su amiga cómplice de aventuras, risas y descubrimientos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.