Había una vez, un pequeño ratón llamado Remy que soñaba con ser astronauta. A menudo, miraba las estrellas desde su pequeño agujero, soñando con las maravillas del espacio. "¡Oh, cómo me gustaría visitar la gran galaxia!", decía.
Un día, Remy decidió hacer realidad su sueño. Con ayuda de sus amigos, construyó una nave espacial con cajas de cartón y latas de aluminio. Colocaron botones de goma y palancas de madera. "¡Tic, toc, tic, toc!" sonaba el reloj mientras trabajaban.
Finalmente, llegó el gran día. Remy se puso su traje espacial, hecho de tela brillante y un casco de plástico. Con un gran "¡ZUUUM!", la nave despegó hacia el cielo estrellado.
Remy viajó a través del espacio, visitando planetas de todos los colores y tamaños. En un planeta, encontró criaturas que hablaban en pitidos y zumbidos. En otro, vio plantas que brillaban en la oscuridad. "¡Cucú, cucú!" cantaban las estrellas mientras Remy pasaba volando.
Pero en su viaje, Remy se encontró con un problema. Un asteroide gigante, llamado Roca Roja, bloqueaba su camino. Roca Roja era conocido por ser el más gruñón en toda la galaxia. "¡GRRRR!" gruñía Roca Roja, "¡Este es mi espacio! ¡Nadie puede pasar!"
Remy estaba asustado. Pero recordó por qué estaba allí. Quería explorar la gran galaxia, y no dejaría que un asteroide gruñón lo detuviera. Así que, con valentía, se acercó a Roca Roja.
"Por favor, Roca Roja", dijo Remy, "quiero explorar la galaxia. ¿Podría dejarme pasar?" Pero Roca Roja solo gruñó, "¡GRRRR! ¡No!"
Remy pensó y pensó. Luego recordó algo. Todos en la galaxia hablaban de cómo Roca Roja amaba las historias. Así que Remy decidió contarle una historia. Habló de su hogar en la Tierra, de sus amigos que lo ayudaron a construir su nave, y de las maravillas que había visto en su viaje.
Roca Roja escuchó, y por primera vez en mucho tiempo, dejó de gruñir. Cuando Remy terminó su historia, Roca Roja dijo, "Esa es una buena historia, pequeño ratón. Puedes pasar."
Con un "¡ZUUUM!", Remy continuó su viaje. Visitó más planetas, conoció a más criaturas y vio más maravillas. Y en cada lugar que visitaba, contaba su historia, y todos escuchaban.
Finalmente, Remy regresó a casa. Sus amigos corrieron a abrazarlo y escucharon con asombro sus historias de la gran galaxia. Y aunque Remy estaba contento de estar en casa, sabía que siempre recordaría su viaje.
La moraleja de la historia es que, a veces, los problemas pueden parecer grandes y asustadores, como un asteroide gruñón. Pero con valentía, ingenio y una buena historia, puedes superar cualquier cosa. Y siempre hay maravillas por descubrir, si tienes el valor de buscarlas.